Este libro casi no se publica... no se confunda, no digo que deje de editarse. Este libro casi es: un no libro. No tiene desperdicios. Espero que me entienda mejor. Le presento el prólogo, el resto depende de usted.
HISTORIA DE UN MANUSCRITO
KAPUTT (del hebreo Koppâroth, sacrificio; obien del francés Capot, lucha, combate), hundido, desecho, roto.
(Meyer, Conversation lexicon, 1860)
El original de Kaputt tiene una historia inédita y atrayente, que considero será el mejor prólogo para este libro.
Empecé a escribir Kaputt en la aldea de Pestscianka (Ucrania) en el verano de 1941, en casa del campesino Román Suchéna, al comenzar las hostilidades alemanas contra Rusia. Cada mañana me sentaba en el huerto, debajo de una acacia, y me ponía a trabajar, mientras Suchéna, sentado en el huerto junto a la porqueriza, afilaba las hoces, o cocechaba remolachas o coles para sus cerdos. El huerto lindaba con el de la casa de los Soviets, ocupada entonces por un destacamento de las SS. Si alguno de sus soldados se acercaba a la empalizada, frontera de ambos huertos, el campesino tosía para advertirme de su presencia.
La casa, con el techo de rastrojos y las paredes hechas de tierra y paja triturada amasadas con estiércol de buey, era pequeña y estaba muy limpia. No albergaba más riquezas que una radio, un gramófono y una pequeña biblioteca con todas las obras de Puschkin y de Gogol. Era la casa de un antiguo mujik, a quien los tres planes quinquenales y las haciendas colectivas habian liberado de la esclavitud y la miseria, de la ignorancia y la suciedad. El hijo de Román Suchéna, afiliado al Partido Comunista, trabajó como mecánico en el koljoz Worochilov de Pestscianka, habiendo seguido con su tractor la retirada del Ejército Rojo. En el mismo koljoz que el hijo de Suchéna, trabajaba también su mujer, una muchacha taciturna y gentil, que al caer la tarde y una vez acabadas las faenas del campo y del huerto, se sentaba a la sombra de un árbol para leer una edición del Estado del Eugenio Oniéghin de Pushkin, publicado en Charkow con motivo del centenario del gran poeta. (Siempre me recordaba a elena y Alda, las dos hijas mayores de Benedetto Croce, que en el jardín de Meana, su casa de campo del Piamonte, leían a Herodoto en su texto griego, sentadas debajo de un manzano cargado de frutos.)
Siempre que tenía que ir al frente, separado de Pestsciankasólo por un par de millas, confiaba las cuartillas de Kaputt a mi amigo Suchéna, quien se cuidaba de esconderlas en una grieta del muro de la porqueriza. Cuando la Gestapo vino a detenerme y me expulsó de frente ucraniano, debido al escándalo que suscitaron mis artículos de guerra, publicados en el Corriere della Sera, la nuera de Román Suchéna cosió el original bajo el forro de mi uniforme. Siempre agradece´re a aquel campesino ruso y a la gentil muchacha el haberme ayudado a salvar mi peligroso manuscrito de las garras de la Gestapo.
Proseguí la escritura de Kaputt durante mi estancia en Polonia, y más tarde -enero y febrero de 1942- en el frente de Smolensko. Cuando abandoné Polonia para trasladarme a Finlandia, llevé conmigo, escondidas bajo el forro de mi capote de piel de cabra, las páginas del manuscrito. Terminé el libro, a excepción del último capítulo, durante los dos años transcurridos en Finlandia. En el otoño de 1942 volví a Italia con licencia de convaleciente, tras soportar una grave dolencia contraída en el frente de Petsamo (Laponia). Por cierto que en el campo de aviación de Tempelhod, próximo a Berlín, todos los pasajeros del avión fuimos registrados por la Gestapo. Por fortuna, no llevaba encima ni una sola página de Kaputt, pues antes de abandonar Finlandia dividí el manuscrito en tres partes, confiándolas, respectivamente, al ministro de España en Helsinki, conde de Foxá, que abandonaba su puesto para regresar a Madrid, destinado al Ministerio de Asuntos Exteriores; al secretario de la Legación de Rumania en Helsinki, príncipe Dinu Cantemir, que iba a ocupar un alto puesto en la Legación rumana de Lisboa, y al agregado de Prensa de la Legación de Rumania en Finlandia, Titu Michailesco, que se dirigía a Bucarest. Tras larga odisea, las tres partes del manuscrito llegaron finalmente a Italia, en donde yo mismo las escondí en el agujero de una de las rocas que hay en el bosque que rodea mi casa de Capri, enclavada en las Faragglioni. Mis amigos Agustín de Foxá, Cantemir y Michailesco saben lo honda y sincera que es mi gratitud hacia ellos. Y espero poder volver pronto a Berlín para dar también las gracias a los amigos alemanes, cuyo nombre me vi obligado a silenciar, que me guardaron durante varios meses, corriendo con ello gravísimo riesgo, los capítulos de Kaputt que había escrito en Berlín.
El mes de julio de 1943 me sorprendió en Finlandia. Apenas supe la caída de Mussolini, volví a Italia en avión, escondiendo el manuscrito de los ultimos capítulos entre la doble suela de mis zapatos. Pero el 31 de julio, a las 48 horas de mi llegada a Roma, era detenido por haber declarado sin recato alguno que era inminente el putsch germano contra Italia, y tambien por haber acusado a Badoglio de no tomar medida ni precaución alguna para sortear y enfrentarse con aquel peligro.
Fui conducido, sin darme tiempo siquiera para cambiarme de calzado, a la cárcel de Regina Coeli, de la que fui asiduo cliente en aquellos últimos años. Gracias a la rápida intervención del embajador Rocco, ministro por aquel entonces de Cultura Popular y mas tarde embajador en Ankara; del general Castellano, el mismo que pactó más tarde con los Aliados las condiciones del Armisticio; del ministro Pietromarchi y del consejero de legación Rulli, director en aquella época de Stampa Estera, los últimos capítulos de este libro fueron libertados conmigo de la odiosa prisión.
Apenas fui puesto en libertad, abandoné Roma para refugiarme en Capri y esperar allí el desembarco de los Aliados. Y en Capri, en setiembre de 1943, terminé el último capítulo de Kaputt.
Kaputt es un libro terriblemente alegre y cruel. Su crel alegría es la más extraordinaria experiencia que he obtenido del panorama de Europa en estos años de guerra. Sin embargo, entre los protagonistas de mi obra, la guerra no es sino un personaje secundario. Podría decirse que sólo tiene el valor de un pretexto, si los pretextos inevitables no perteneciesen al orden de la fatalidad. En Kaputt, la guerra cuenta, pues, como una fatalidad. No juega otro papel. Incluso diría que figura no como protagonista, sino como espectadora, en el mismo sentido que en es espectador un paisaje. La guerra es el paisaje objetivo de este libro.
El personaje principal es Kaputt, es decir, este monstruo alegre y cruel. Ninguna palabra mejor que la que titula este volumen -vocablo alemán, que literalmente significa "roto, acabado, deshecho, destruido..."- podría dar a entender lo que es ahora Europa, y, por consiguiente, nosotros; un montón de escombros. Pero quede bien claro que yo prefiero esta europa kaputt a la Europa de ayer y a la de hace veinte o treinta años. Es mucho mejor que esté todo por hacer, a tener que aceptarlo como era cual inevitable herencia.
Confiemos que estos nuevos tiempos lo sean auténticamente, pródigos en respeto y libertad para los escritores, ya que la literatura italiana tiene tanta necesidad de respeto como de libertad. He dicho "confiemos", no porque dude de la libertad y sus beneficios (permítanme recordar que formo parte de aquellos que han pagado con la cárcel y el destierro en la isla de Lípari su amplitud de espíritu y su colaboración con la causa de la Libertad), sino precisamente porque sé -como sabe todo el mundo- lo difícil que es que se respete en Italia, y en gran parte de Europa, la condición humana, y los peligros que lleva consigo la condición de escritor.
Que los nuevos tiempos sean, por lo tanto, de libertad y respeto para todos, hasta para los escritores. Ya que únicamente la libertad y el respeto podrán salvar a Italia y a Europa de aquellos cruele días, de los que Montesquieu nos habla en el Esprit des Lois (Libro XXIII, Cap.XXIII):
"Ainsi, dans le temps des fables, après les innodations et les déluges, il sortit de la terre des hommes armés,qui s'exterminèrent"
"Así, en fabulosos tiempos, después de las inundaciones y los diluvios, surgieron de la tierra hombres armados, y se exterminaron"
CURZIO MALAPARTE
Pestscianka (Ucrania), agosto de 1941.-Punta del Masullo, Capri, setiembre de 1943.
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