Paul Strathern es un filósofo ingles, y como todo buen inglés que se precie de serlo, tiene puntos de vista bastante peculiares y particulares. No por nada el Reino Unido de la Gran Bretaña es esa isla que queda cerca de Europa y lejos de América. Un escritor italiano alguna vez dijo: "Los hijos de Albión son demasiado insulares para vivir en una isla". En otras palabras, estaba diciendo que deberían vivir en otro planeta. O que no deberían vivir, pensamiento propio del "Fascio di combatimento" al que alguna vez perteneció. Un consejo: si quiere bajarle los humos a algún inglés en cualquier momento, pregúntele si Inglaterra es esa isla cerca de Europa. Le aseguro que inconscientemente adoptará la postura mas humilde ya que tocará su mas íntimo amor propio: su idiosincracia. Será lo mismo que usted sentirá cuando cualquier extranjero le diga: "¿Argentina? ¿Es ese país dónde hacen todo mal y esperan que les vaya bien?"
Volvamos a nuestro querido inglés. Ha escrito bastante acerca de la historia de la filosofía y de la ciencia en unas colecciones bastante populares tituladas "Filósofos en ' 90" y "Los científicos y sus descubrimientos" respectivamente. Básicamente son biografías donde se pone en relieve el momento histórico del determinado tipo de pensar correspondiente a cada etapa del pensamiento occidental. Se las recomiendo, estan editadas por Siglo XXI de España.
El pasado sábado me encontraba en un estado lastimoso tirando cables con un amigo en igual estado. Sorprendidos de no haber muerto electrocutados en el intento nos dispusimos a comer unos tacos fríos y a charlar de los temas que nunca ningunos dos perdedores perdidos como nosotros tocan. Así que confío en todo su poder de imaginación para que trate de vislumbrar el tono y tema de discución. El siguiente extracto corresponde a la introducción y epílogo de "Sócrates en ' 90" y está dirigido en especial a este amigo en un intento de llamarlo a otra linea de reflexión y aportarle mas ladrillos en su construcción. Habiéndome tomado el trabajo de tipear, considero también que puede llegar a interesarles. No me pregunten el por qué; quizás para algunos sea firme como el cemento armado, escurridizo como la arena, claro como el agua o blanco como la cal. Con que solo les sirva para la construcción de sus edificios me voy a sentir gratificado.
Muy bien, aqui va, en diez minutos, un poco de buen humor inglés:
En el principio fue el mundo, aunque, en realidad, no sabíamos mucho de como era. A pesar de ello sobrevivimos. El primer filósofo fue aquel hombre del neolítico que se hizo peguntas. ¿Qué era lo que estaba pasando? ¿Qué diablos era todo esto?
La respuestas que dimos no fueron, durante innumerables milenios, filosofía. Consistían en superstición, cuentos de hadas y religión. Los primeros en dar respuestas filosóficas - esto es, los primeros en usar la razón y la observación, libres de galimatías metafísico - fueron los antiguos griegos, en el siglo sexto a.C. Sigue siendo un misterio por qué este importante salto en la evolución humana hubiera de tener lugar precisamente en aquel tiempo y en las insignificantes costas del Egeo. Los chinos, babilonios y antiguos egipcios estaban más adelantados en esa época, tenían una tecnología práctica superior y sabían más acerca de la matemáticas. Las complejidades de la fabricación de la seda, la construcción de pirámides y la habilidad de predecir eclipses estaban mucho más allá de la capacidad de los griegos y, comparada con la sofisticación teológica de la religión de los chinos, babilonios y antiguos egipcios, resulta ridícula la colección de primitivos mitos de los antiguos griegos sobre la conducta de los dioses en el Olimpo. Era una religión retrasada que se había quedado en la etapa infantil del desarrollo (sólo cuando la religión madura requiere sacrificios humanos).
Pero justamente en esta situación infantil puede residir la clave del misterio, al menos en parte; sin ella podría haber no ocurrido nunca el milagroso florecimiento de la cultura griega antigua, todavía reconocida como fundamento de la cultura occidental. La religión trivial de los griegos no dejaba lugar a la especulación teológica o espiritual. Antes de los griegos, la investigación intelectual había girado siempre alrededor de la religión, permitiendo así que metafísica y superstición se infiltraran en el proceso de razonamiento y observación. La astronomía babilonia estaba plagada de recetas astrológicas y la matemática egipcia impregnada de superstición religiosa. Los antiguos griegos estaban libres de tales lastres cuando comenzaron a hacerse preguntas intelectuales. Sus pensamientos se desplegaban en libertad por el mundo real.
Tal vez se deba a esta libertad el que el desarrollo de la cultura griega antigua transcurriera a una velocidad milagrosa. Por ejemplo, la tragedia griega pasó de un ritual religioso ampuloso y primitivo al drama sofisticado (el mismo, formalmente , hoy) en el curso de una sola generación. De modo similar, la filosofía comenzó a mediados del siglo sexto a.C., pero ya a finales del siglo siguiente habia dado a Platón, a quien muchos consideran su más alto exponente. Los progresos de la antigua Grecia durante el siglo quinto a.C. permanecen sin rival hasta el día de hoy; sólo el siglo veinte la supera en cambio cuantitativo.
Se tiene a Tales de Mileto, un griego del Asia menor, por el primer filósofo en el tiempo. Sabemos que practicaba su oficio en el 585 a.C. porque se hizo famoso al predecir un eclipse de sol que tuvo lugar aquel año. (Con casi toda seguridad, copió este conocimiento de fuentes babilonias) Se dice que Tales fue el primer filósofo auténtico porque fue el primero en intentar explicar el mundo en términos de la naturaleza observable y no en la mitología; lo cual significa que sus conclusiones quedaban sujetas a una argumentación racional sobre si estaban en lo cierto o equivocadas. La tesis principal de Tales es que todo, en última instancia, consiste en agua. De este modo inició la tendencia posterior de la filosofía a equivocarse.
La filosofía floreció rápidamente después de Tales. Aparecieron nuevos filósofos con una serie de explicaciones diferentes del mundo. No consistía en agua, sino en fuego; después en aire o trozos de luz, y así sucesivamente. Se les llama presocráticos a los filósofos de este período (mediados del siglo sexto a mediados del quinto a.C.). Sólo nos han quedado fragmentos de su filosofía, tanto escritos directamente como en referencia a otras fuentes. No obstante, muchos de sus nombres nos son todavía familiares. Pitágoras, famoso por el teorema que descubrieron en realidad otros, comprendió el papel que desmpeñaban los números en la música -la armonía se basa en razones numéricas-, lo que le condujo a creer que el mundo está hecho, en última instancia, de números. Esta teoría no es tan loca como pudiera parecer a primera vista; Einstein, por ejemplo, ciertamente creyó que el mundo puede ser explicado en términos matemáticos. Si bien los científicos modernos no creen, tal vez, que el mundo está hecho de números, estos si desempeñan un papel central en su descripción y definición, desde los quarks a los quasars. Otro filósofo presocrático que se anticipó a la ciencia moderna fue Demócrito, que pensó que el mundo está compuesto de átomos, una idea que tardaría más de dos mil años en ser mantenida por los científicos.
Anaxágoras fue el primer filósofo ateniense, si bien, casi con total certeza, fue una importación enviada desde Jonia, en el Asia menor, y hecha por Pericles a fin de elevar el tono de la educación ateniense. Anaxágoras era más bien un filósofo menor; invirtió la tendencia de la explicación del mundo en términos de una sola substancia; pretendía que consistía en un número infinito de substancias, de modo que cada cosa contenía en sí algo de todas las demás, y así se vio obligado a sostener que, de resultas de esta mescolanza, las plantas poseían mente, que la nieve era en parte negra y que el agua contenía elementos de sequedad. Anaxágoras es importante, a pesar de estas extravagancias disfrazadas de ideas, pues fue el introductor de la filosofía en Atenas y el que se la presentó a Sócrates. Anaxágoras fue maestro de Sócrates.
Según algunas fuentes, Anaxágoras fue también maestro de Pericles, la fuerza política impulsora de la Edad de Oro de Atenas (desde la mitad del 440 a.C. hasta finales del 430 a.C.). Este período vio la construcción del Partenón, la gran época de la tragedia griega, las esculturas de Fidias (cuyo Zeus era una de las siete maravillas del mundo antiguo), y el surgimiento de la filosofía clásica con Sócrates. No se sabe si Anaxágoras tuvo alguna (o ninguna) influencia sobre Pericles. Si se sabe que Anaxágoras sostenía que el sol era una inmensa roca ardiente y que la luna estaba hecha de tierra; por expresar estas ideas (irónicamente, las únicas suyas cercanas a la verdad) fue acusado de impiedad y obligado a huir de Atenas. Este es el primer caso en que la filosofía fue tomada en serio. Era peligrosa.
Estas fueron las dos primera lecciones que Anaxágoras dio a Sócrates: que la filosofía es algo serio a la par que peligroso. Como veremos, Sócrates decidió hacer caso omiso de ambas. Su olvido de la primera lección hizo de él el más atractivo de todos los filósofos y el de la segunda habría de costarle la vida.
La filosofía conoció su más grande época sólo un siglo después de haber comenzado, con tres de los filósofos más importantes que ha conocido el mundo. El primero fue el muy peculiar Sócrates, que dedicaba tanto tiempo a pasear por las calles de Atenas hablando de filosofía que nunca llegó a escribir nada, de modo que lo que conocemos de sus enseñanzas nos ha llegado a través de los escritos de su discípulo Platón, en los que no es fácil determinar cuales son ideas de Platón y cuáles de su mentor.
Sócrates desarrolló un método basado en preguntas provocadoras, lo que se llamo dialéctica (precursora de la lógica); lo utilizaba para desenmascarar las tonterías de sus adversarios y llegar a la verdad. Platón captó el espíritu de estas conversaciones en sus diálogos clásicos; tanto sus maneras, más ortodoxas, como su modo de vida añadieron cierta respetabilidad muy necesaria, a la filosofía, si bien siguió con la tradición filosófica de equivocarse. Platón pensó que el mundo real consiste en ideas y que lo que vemos y experimentamos no son mas que sombras. A pesar de lo poco realista de esta concepción, muchos pensadores creen que toda la filosofía posterior no ha sido sino notas a pie de página a la obra de Platón; esto es una exageración, pero es sin duda cierto que Platón fue el primero en formular claramente muchos de los problemas filosóficos que han estado ocupándonos hasta el día de hoy.
El tercer miembro del triunvirato fue Aristóteles, uno de los discípulos de Platón. Aristóteles, de talante profesoral, rechazó los intentos de su maestro por hacer interesante la filosofía presentándola en forma de diálogo y, en vez de hacerlo así, escribió numerosos tratados, muchos de los cuales se extraviaron por culpa de sus desagradecidos seguidores. Las reglas aristotélicas del pensar y sus clasificaciones sirvieron de cimiento para el pensamiento científico y filosófico de los dos milenios siguientes. Sólo en siglos recientes hemos empezado a entender cómo se equivocó Aristóteles. Parece que comprendió que todas las explicaciones omnicomprensivas terminan en el error; aunque esto no le impidio tratar de encontrar él mismo una.
No seríamos lo que somos sin la filosofía, que comenzó en la antigua Grecia y retuvo durante siglos su marcado carácter griego. No tendríamos ciencia, y los intentos de alcanzar toda clase de verdad serían asunto de la fantasía o el capricho, tal como lo es, por ejemplo, en las llamadas ciencias de la política, la psicología y la economía. Incluso la ética sigue en tan triste estado, a pesar de los persistentes intentos de filósofos y teólogos a través de los tiempos. Hoy en día no somos mejores, moralmente hablando, de lo que éramos hace dos milenios y ni siquiera sabemos como llegar a serlo.
Ha tomado a los filósofos veinticinco siglos de errores para concluir que lo importante no es el equivocarse. Ahora piensan que lo importante es la mera práctica de la filosofía, de modo que esta se ha convertido en una actividad más, como la cata de vinos o la evasión de impuestos, de efectos igualmente ambiguos en el que las practica. Por primera vez en la historia de la filosofía, se considera superfluo el intento de cualquier individuo por construir una filosofía propia. Ha llegado a su fin la tradición de Platón, Kant, Ehrensvard y Wittgenstein. Esta tradición del uso de la razón y la observación, que atrajo tanto a las mentes más grandes que el mundo ha conocido, creció hasta su madurez con Sócrates.
La herencia que nos legó Sócrates es ambigua, como a él, sin duda, le habría gustado. Ejerció una profunda influencia en Platón y, a su través ha impregnado la filosofía hasta hoy. El legado de la antigua Grecia ha sido comparado al ajo. Una vez que su gusto está en el plato, es imposible quitarlo. Un cierto sabor de la antigua Grecia continúa siempre repitiéndose, hágase lo que se haga.
La dialéctica de Socrates resultó ser decisiva. Este método de dirigir la conversación sirvió ciertamente de modelo literario a los grandes diálogos de Platón, pero, además, su importancia en filosofía no se puede subrayar lo bastante. El procedimiento de Sócrates para el análisis de un tema fue el primer uso importante de la razon como objeto propio en filosofía. Comenzaba por pedir al adversario que definiera el tema en discusión, que podía ir desde la naturaleza de la justicia hasta la mejor manera de llegar a ser general del ejército. Fuera sublime o ridículo, el asunto recibía el mismo tratamientoy ésa fue justamente la gran innovación de la dialéctica: era una herramienta aplicable a cualquier cosa. Una vez lograda la definición del tema, Sócrates procedía a buscarle agujeros, encontrando en el proceso una definición mejor. Avenzaba de este modo desde los ejemplos particulares a los de aplicación más general, llegando finalmente hasta la verdad universal. Tales verdades, junto con el metodo de Sócrates de llegar a ellas, fueron el antecedente de la lógica, inventada en el siglo siguiente por aristóteles, discípulo de Platón. Aristóteles aceptó la teoría de las formas, si bien modificada para satisfacer sus propios requisitos. Aristóteles despertó de nuevo el interés de la filosofía por la realidad, invirtiendo la tendencia establecida por Sócrates y Platón. Aristóteles trató de incluir todo en la filosofía, desde la cosmología a la conchología, de la ciencia al pecado. Pero, en definitiva, su mayor éxito consistió en hacer un mapa del territorio del conocimiento humao. El énfasis, una vez más, iba a la teoría más que al conocimiento duro que pudiera encontrar un uso práctico. En consecuencia, cuando los romanos conquistaron Grecia la filosofía declinó. No tenía ninguna utilidad y, por lo tanto, no les servía de nada a los romanos.
Al colapso del imperio romano siguió la civilización dominada por la religión, propia de la edad media. La filosofía siguió moribunda: un vacío de abstracción, sellado herméticamente por la ortodoxia religiosa. La energía mental que produjo la más intrincada, totalizadora y profunda teología que ha conocido el mundo, no fue capaz, en términos tecnológicos, de inventar nada más complicado que el arnés (cuyo mecanismo había sido ya previsto por Arquímedes en el siglo tercero a.C.). Las catedrales góticas se levantaban sobre casuchas alineadas en calles sin saneamiento y se combatían las plagas con superstición.
No fue esto culpa de Sócrates, pero el quiebre que sufrió el pensamiento de resultas de su filosofía tuvo algo que ver. El conocimiento humano tiene una deuda inconmensurable con Sócrates. Nos mostró cómo usar de la razón, pero, al mismo tiempo, limitó nuestra visión sobre dónde usarla, con le que le dejó al conocimiento un enorme punto ciego; esto duró durante no menos que tres cuartas partes del periodo comprendido entre el comienzo de la filosofía y el presente.
Un ejemplo de este punto ciego lo constituye la actitud medieval hacia la Peste Negra, la plaga que acabó con más de la mitad de la población de Europa en el siglo catorce. Se sabía desde el comienzo que la Peste Negra era contagiosa. (La enfermedad llegó a occidente cuando cadáveres con la plaga fueron catapultados a un puesto comercial de los genoveses asediado en el Mar Negro). Pero se hizo caso omiso de este conocimiento práctico en favor de medidas espirituales. ¿Por qué? Porque la lógica, sucesora de la dialéctica de Sócrates , se aplicaba habitualmente a ideas abstractas, no a asuntos prácticos. Como hemos visto, se puede reconocer este punto ciego ya en Sócrates, pero no se le debe culpar de la enormidad de las consecuencias posteriores (el cese virtual del progreso humano). Todos cometemos errores, aun cuando seamos grandes filósofos.
Lo que no es de esperar es que se perpetúen durante casi dos mil años.
Puesto que Sócrates no escribió nada, es justo mencionar una cita que explica por qué:
No sabiendo nada, ¿qué podría yo escribir?
He oído, pues, que hubo en Naúcratis de Egipto un Dios, de los antiguos allí; cuya ave sagrada recibió el nombre de Ibis; y este daimonio el de Teut: primer inventor del número y del cálculo, de la geometría y la astronomía, del ajedrez y los dados, y lo que es más, de la escritura.
Reinaba a la sazón sobre Egipto entero Thamos. Viniendo, pues a él, teut le mostró sus artes... Mas cuando llegó a la escritura, dijo Teut:
"He aquí, ¡Oh rey!, una enseñanza que hará a los egipcios más sabios y memoriosos"
Quien a su vez contestó:
"¡Oh, artífice de artífices!, Teut;...Y en este caso tú, padre de la escritura, le has atribuido por benevolencia lo contrario de sus efectos, porque la escritura producirá precisamente el olvido en las almas de los que la aprendieren por descuidar la memoria, ya que, confiados en lo escrito, desde afuera y por extrañas improntas, y no desde dentro y de sí mismos les vendrá la reminiscencia"
Platón, Fedro, 274,275
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