20080521

Relato

Era una noche rara.
Él había estado escapando de los compromisos que no quería tener. Ella,
tratando de conocer gente y de no embriagarse otra vez.
Ella se le acercó.
Cruzaron muchas palabras y sellaron su pacto con un abrazo.
Ambos tenían un plan y se pusieron en movimiento para hacer los preparativos.
Se reunieron en un bar, poco antes del hecho.
Ella llegó poco después que él, trayendo consigo una pequeña valija de
cuerina negra.
Se la entregó.
Disimuladamente, fueron hasta el reservado.
Apoyó delicadamente la maleta sobre la mesa, ella introdujo el código y él
la abrió.
Sacó primeramente el plano, lo estudiaron y sincronizaron sus relojes.
Él tomó el 45 belga y lo introdujo en su sobaquera.

Ella, la lübhert cal 9mm y la colocó en su cintura, dentro de la pantaleta.
Se besaron y partieron en el camaro negro.
Ella conducía, él tomaba tranquilizantes.
Entraron en el puesto de comidas rápidas de una gasolinería.
Formaron la fila.
Ella pidió un menú 5, pagó y se fue comiendo la hamburguesa.
Él la seguía detrás.
Al pasar el de seguridad, él desenfundó. Hizo dos disparos, uno por cada
rodilla del agente.
Al unísono, ella pateó el arma que estaba en el suelo y vociferó que
entregarán todo el dinero.
Así fue.
Al salir, el guardia, desde el suelo, sacó otra pistola de su tobillera,
una calibre 22 corto.
Disparó.
Ella se desplomó en el suelo, en camara lenta él la vio caer.
Ciego de furia, disparó al guardia dos veces más, uno por cada mano.
Mientras ella se reincorporaba, el guardia gritaba y lloraba sin tener nada
qué hacer.
Delicadamente, ella sacó el proyectil de su chaleco, que se encontraba
debajo de su chamarra. Después de todo, él había tenido razón, iban a ser
necesarios.
Fugaron en el coche, sin embargo uno de los empleados había activado la
alarma poco después de que salieran por la puerta.
Tenían poco tiempo.
Él manejaba, ella miraba la pequeña herida en su hombro.
La lluvia comenzó a caer sobre el camino.
Se dirigían a la frontera.
Sólo faltaban 22 km...
"Las cosas no están bien, pero aún estamos juntos", pensó mientras secaba
el sudor de su frente.
Poco tiempo después llegaron.
Los guardias los invitaron a bajar, los palparon y revisaron el maletero.
Las armas estaban en los paneles de las puertas.
Poco después pararon en una pequeña iglesia, al costado del camino hacia la
ciudad.
Había mucha gente.
Al entrar fueron separados.
Él entregó el dinero a un hombre de fino traje negro.
Allí estaban: él y ella.
"Lo logramos" pensaron ambos, justo antes de que el sacerdote les
permitiera besarse.

L.J.P.

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